Jim Amaral

Galería D’Museo, Caracas, Venezuela. 1992.

Las subversiones de la carne

Se podría decir de Jim Amaral que es un maestro de la subversión de la carne. Sus finos dibujos eróticos de los 70 además de presentar inquietantes simbiosis viscerales con inclusión de órganos sexuales, descubran una piel disidente, llevada a nuevos paroxismos y a excesos magníficos. También sus pinturas de frutas corroídas por la duración temporal y por la propia condición perecedera, constituyen un auténtico canto de sublimación, el elogio a la metamorfosis constante de la materia y de la vida. Este mismo concepto original de la vitalidad y la transmutación se aplica a la escultura, que resulta por ello profundamente instintiva, abierta a los abismos y esplendores de la afectividad última, allí donde se enfrentan todos los poderes de eros y tánatos en cada individuo.

En el campo tridimensional, sus sillas y cajas eran también entes perturbados, tocados por la magia ácida de transformación. También realiza en terracota formas sincréticas de bustos humanos, extraños como las floras y las faunas inventadas por el genial Lovecraft, como una raza mutante e ignota que viniera de pronto a revelarse. Ahora la fauna es otra y está realizada en bronce, pero las texturas cálidas y los quemantes óxidos solares, recuerdan las fuerzas que antes abrasaron la arcilla. ver estas esculturas es sentir dentro las atropellantes bestias de la sangre, todo el legado recibido con la herencia y los genes, como si pudiésemos escuchar, adentro y lejos, entre las tormentas cósmicas y la vastedad de los orígenes. Estos animales brotan como una raza insurgente, con el mismo imperioso instinto de supervivencia que anima a todos los seres vivientes. Estas bestias de largas colas y de insólitas apariencias, portan también sus misterios, tal vez la parte más importante de su presencia, aparte del desafío de las alternativas imprevistas. Deambulan imaginariamente como apariciones que vienen del otro lado de la conciencia, de la parte oscura del planeta, desde las insondables honduras de la vida. Es un rasgo inusual para calificar la escultura de nuestro tiempo. Jim Amara! es el explorador genial de la quieta y avasallante dualidad de la carne. Su metamorfosis y transmutaciones se han convertido con el tiempo en una nueva creencia. El hallazgo de la continuidad infinita de la vida recreada y vuelta a imaginar.

—Roberto Guevara, 1992.