Monólogos: Jim Amaral

Galería Uno, Caracas, Venezuela. 1998.

Jim Amaral, Contemporáneo y atemporal

Jim Amaral ha forjado una obra inquietante, horneada en el tiempo, libre de modas, concebida con el rigor del oficio y la pasión del alquimista que juega y experimenta con la materia estética. Ha recorrido un camino de precisión laberíntica, desde los primeros intentos y luego, en la afirmación como artista, durante el período parisino, cuando creaba, con sutileza y perversidad, cientos de dibujos de limpios trazos de sugerente erotismo; también ha trabajado pinturas de contrastes cromáticos y densos y ambientes fríos, colmados de cierto escepticismo inevitable, reflexivo, como si el artista estuviera frente a los abismos de la vida, cerca de las tentaciones de la muerte. Pero Amaral posee un rebelde interior y su espíritu transgresor lo llevó a experimentar y creó una larga serie de objetos inútiles, como hablando de lo estéril de las costumbres y de lo absurdo del sentido de utilidad en un mundo sin valores perdurables, donde todo se consume al ritmo implacable del consumo, en el reino de las apariencias, en el purgatorio de las “buenas costumbres”. Entonces se arriesgó con muebles y artefactos ensamblados de manera ingeniosa, proponiendo simbologías cargadas de humor fino e ironía corrosiva. Algo que se ha mantenido en la obra de Amaral, al lado de lo dramático y lo erótico, durante ciclos y encrucijadas, hasta obtener lo que podría ser su nivel más interesante: los bronces decantados del escultor que ha fundido su expresión de manera sustantiva, primordial, intransferible, a través de figuraciones míticas y tensiones que delatan una búsqueda obsesiva y laboriosa, de agudeza personal y variaciones profundas.

—Juan Carlos Moyano Ortiz, 1998 [Extracto de texto].